El camino al infierno XI

lunes, 11 de abril de 2011

La pared de roca que encontraron siguiendo las indicaciones de la criatura era alta y muy escarpada, imposible de trepar siquiera. Parecía ser uno de los costados de un peñasco gris cuya cima se perdía entre las copas de los árboles. La luz huidiza del crepúsculo empezaba a ser insuficiente y en pocas horas tendrían que abandonar de nuevo la búsqueda hasta que amaneciera. Bheril, montado en su dracoleón, miró hacia arriba y frunció el ceño.

- Vamos a seguir.- dijo volviéndose hacia Iranion, que permanecía en silencio con los labios apretados. Conocía aquel gesto, pero prefirió no agobiarle, al menos no todavía.- A ver si conseguimos vadear esto.

Su dracoleón se deslizó en silencio por el costado de la pared de roca e Iranion, tras unos instantes de silencio, salió tras él. Pronto,el digno sin´dorei de cabello platino tomó la iniciativa. Se deslizaba en silencio obre su dracoleón, como siguiendo un rastro que solo él detectara. Bheril, volando tras él, tuvo la impresión de que las runas viles en el rostro de su compañero resplandecían levemente, pero con aquella luz huidiza no estaba demasiado seguro. Siguió al dracoleón de Iranion mientras sobrevolaban lo que parecía un escarpado camino desgastado en la pared de roca que ascendía, al parecer, hasta la cima.

Arriba, las copas de los árboles apenas dejaban pasar la última luz del crepúsculo y la penumbra empezaba a envolver el lugar. Al final del camino, Iranion detuvo a su grifo con el gesto impretérito, con la mirada fija en la penumbra que tenía delante. Bheril tomó tierra junto a él: en la oscuridad el brillo de las runas viles era mucho más evidente y aquello no era buena señal. En silencio y con el cuerpo tenso como las cuerdas de un arco, Iranion descendió de su montura sintiendo como la rabia crecía en su interior: podía sentirlo, sí, el inconfundible y familiar rastro de Abrahel. La esperanza que había conservado de encontrar a Celebrinnir sana y salva se volvía ahora en su contra. Si Abrahel había dado con ella realmente... Oyó a Bheril desmontar en silencio a su espalda y se concentró en distinguir algo en la penumbra.

Estaban casi a las orillas de un lago que debía su existencia posiblemente a las lluvias. Las aguas estaban tranquilas y reflejaban el leve resplandor del cielo. Avanzaron en silencio, cuidando de no levantar el más mínimo sonido del suelo pedregoso. El lago no era demasiado grande, más bien un estanque amplio, y en uno de sus extremos distinguieron lo que parecía un precario embarcadero de madera que se internaba unos pasos en las aguas. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, distinguieron un poco más adelante un alto tocón de madera tallado con la forma de un ave primitiva. No se oía nada salvo el silbido del viento y tampoco se detectaba ningún movimiento, pero aún así se mantuvieron alerta mientras avanzaban, paso tras paso, hacia lo que parecían las ruinas de un antiguo poblado arakkoa.

El poblado parecía abandonado y estaba a oscuras, aunque bajo la luz de una de las lunas de Terrallende que filtraba su luz entre las ramas que rodeaban la cima, los totems de ave daban al emplazamiento un toque siniestro. Habría una docena de cabañas de madera en el emplazamiento, pero sin luz tardarían en hacer un reconocimiento que descartara cualquier amenaza. Iranion llevó las manos a las armas sin desenfundarlas.

- Es posible que Niré no sea Niré.- dijo entre dientes, recordando el engaño de Abrahel en Quel´thalas.

Bheril junto a él asintió.

- Dame un momento.- respondió en voz baja y, sin añadir nada más, se deslizó en la penumbra.

Inmóvil en la entrada del poblado, Iranion afianzó la presa de sus armas y se concentró en detectar el rastro de Abrahel en el poblado, con el corazón atronando contra su pecho, mientras Bheril realizaba un reconocimiento del área. Sus peores temores se estaban confirmando: cuando Abrahel se hizo pasar por Celebrinnir en Lunargenta, se había convencido de que la sayad usaba a la sacerdotisa para atormentarle porque no había conseguido dar con ella. Se había dicho Niré era demasiaso disciplinada, su fé demasiado fuerte para dejarse tentar, sin embargo ahora el rastro de Celebrinnir y el de Abrahel se aunaban en aquellas ruinas y sus peores temores vertían amarga hiel en su razón.

Cuando Bheril regresó de las ruinas, la luna había ascendido un poco más en el firmamento y su claridad había alcanzado el poblado.

- Está desierto.- confirmó acercándose, sin preocuparse por bajar la voz.

Aquella afirmación hubiera debido significar algo para su compañero, pero para Iranion eran inútiles. Podía sentir a Abrahel, no era solo un rastro difuso: esatba ahí y pulsaba. Como confirmando sus sospechas, un epiqueteo sonó un poco más adelante. Hizo un gesto a Bheril, que desenfundó sin preguntar. Suya´edhel brillaba tenue, como si apenas reflejara el resplandor de la luna. Al ver el brillo en el arma de su compañero, Iranion desenfundó sus armas y en silencio, con el cuerpo tenso y la mente alerta, avanzaron por lo que parecía el camino principal del poblado.

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