El camino al infierno XIII

lunes, 11 de abril de 2011

El interior de la cabaña estaba a oscuras, pero el leve resplandor de la luna que se filtraba por la entrada revelaba la presencia de una criatura agazapada como una bestia frente a los restos de una hoguera ya extinta. Si les había detectado, no daba señales de ello. Parecía concentrada en las piedras que sostenía en las manos y las hacía entrechocar sobre la hoguera. La cabaña olía mal y su ocupante no mucho mejor.

- Vamos... no me hagas esto, por favor...- la voz de la criatura era débil, ansiosa, quebradiza.

Iranion entrecerró los ojos, sin saber si creer lo que veía. Dio un paso al frente e hizo un gesto a Bheril para que le cubriera las espaldas. Frente a él, el ocupante de la cabaña susurraba entrechocaba las piedras débilmente sobre la hoguera. La figura no le miró. De hecho, parecía que evitaba activamente mirar en su dirección. Era consciente de que en la penumbra, sus ojos debían resplandecer como dos ascuas verdes en una visión realmente inquietante.

- Niré.- dijo su nombre sin estar completamente seguro, como si darle nombre pudiera convertir a la criatura en aquella a la que buscaban.

Ante su voz, la criatura se encogió de nuevo y sacudió la cabeza con fuerza. Esta vez su voz fue más clara y le partió el alma.

- No voy a ir contigo.- dijo Celebrinnir con la voz rota- No estás aquí, no voy a ir...

Y sin alzar la vista continuó entrechocando las piedras sobre la madera. Iranion tragó saliva, a su espalda Bheril suspiró imperceptiblemente y le hizo un gesto. Inseguro, le observó por el rabillo del ojo mientras sacaba de su faltriquera un pequeño orbe de cristal arcano. Iranion lo tomó en sus manos y un leve resplandor iluminó la estancia con una luz ténue y azulada. Volvió a centrar su atención en aquella criatura demacrada y débil, agazapada como un animal, que había resultado ser Celebrinnir.

Bajo la luz del orbe podía verla mejor: llevaba una túnica manchada de inmundicia y sangre, aunque no parecía herida de gravedad. Estaba sucia y la piel del rostro parecía hundida en el hueso, dándole un aspecto enfermizo y cadavérico. Podía ver sangre en sus manos, pero seguía sosteniendo las piedras así que no estaban rotas. En ella, que era siempre un ejemplo de disciplina y pulcritud, aquel estado resultaba todavía más subversivo. Ante sus ojos, vio como intentaba chasquear de nuevo las piedras con tales temblores que erró el golpe y se lastimó los dedos. Aquello no hizo que se detuviera, siguió chasqueando las rocas frenéticamente. Se arrodilló frente a ella sin atreverse a tocarla. La marca de Abrahel era tan fuerte en ella que bien hubiera podido llevar un diablillo escondido bajo la blusa, aunque débil, tan débil... Ante su cercanía, Celebrinnir se envaró y su cuerpo se tensó violentamente. Dejó de chocar las piedras, pero vio que apretaba los dientes y los puños como si su cercanía le doliera. La oyó murmurar para sí entre dientes pero le costó un instante comprender lo que decía y se dio cuenta de que estaba llorando.

- Despierta.- susurraba.- Despierta, Niré.

Iranion escuchó a Bheril acercarse despacio para no asustarla, pero no era capaz de dejar de mirarla, como si al perderla de vista fuera a perderla de nuevo. Oyó que entonaba una oración que conocía de su niñez. Seguía sin abrir los ojos.

- Luz Bendita, refugio de la virtud- murmuraba- no me sueltes aunque yo me suelte, no me pierdas aunque no me pierda...

Trató de encender la hoguera de nuevo, pero las manos le temblaban tan violentamente que esta vez ni siquiera entrechocaron y cayeron de nuevo en el suelo sin soltar las piedras. Iranion sentía un nudo en la garganta y en el corazón y tuvo que arrancarse las palabras del pecho porque de pronto apenas podía hablar.

- Hemos venido a sacarte de aquí.- murmuró como si cada palabra le doliera.

Celebrinnir negó con la cabeza pero no dejó de rezar ni abrió los ojos. Bheril, tras ellos, miró alternativamente a su compañero y a Niré sin atreverse a intervenir. Fue entonces cuando vio la mirada fija de Iranion y sintió un escalofrío: en algún momento de su desesperado intento por encender la hoguera, las mangas de la camisa de Celebrinnir se habían levantado y bajo la tenue luz azul del orbe podían apreciarse dos cicatrices verticales, finas como hilos de plata, en las muñecas de la sacerdotisa. Iranion había quedado inmóvil y había incluso palidecido bajo la mortecina luz azul.

Decidido a intervenir, Bheril tocó suavemente el hombro de Iranion para apartarle un poco, pero el alto sin´dorei reaccionó como un resorte y se alejó de ellos violentamente. Resuelto a no cejar en su empeño, esta vez fue Bheril quien se arrodilló frente a Celebrinnir y con mucha suavidad, le quitó las piedras de las manos sin fuerza. La joven no opuso resistencia pero se encogió sobre sí misma como si hubiera recibido un golpe y enterró el rostro entre las rodillas. Bheril apretó los labios y chasqueó las piedras para encender el fuego.

- Niré - dijo con voz suave mientras trabajaba, sin mirarla- ¿Sabes quién soy?

Frente a él Celebrinnir negó con la cabeza, aunque parecía más un intento desesperado por negar su existencia que por responder a su pregunta.
Bheril sopló con ligereza sobre la madera, haciendo elevarse una llama roja. Una luz mucho más cálida llenó la pequeña choza y Celebrinnir se estremeció ante la proximidad del calor. Oyó su voz amortiguada.

- No estás aquí.- parecía decirse a sí misma- No estás.

Se acercó un poco más a ella, apenas un ápice.

- Estás despierta ¿Sabes?- susurró con calidez- Hemos estado buscándote.

Sin abrir los ojos, Celebrinnir se tapó los oídos y se encogió todavía más. Bheril se puso en pie para envainar su espada y la depositó con cuidado en la mesa antes de volver a arrodillarse junto a la joven.

- ¿Por qué crees que sueñas?- preguntó suavemente- Tendré que pensar que sueñas conmigo habitualmente, y no sé si eso es bueno o malo.

No obtuvo respuesta y se pasó la mano por la cara, pensando a toda velocidad.

- Tenemos que llevarla a la ciudad- dijo Iranion a su espalda.

Como si la hubieran pinchado con un alfiler, Celebrinnir dio un respingo y por primera vez abrió los ojos para negar vehementemente con la cabeza.

- ¡No puedo volver!- jadeó mirándoles alternativamente- ¡Me matarán!

Iranion negó con la cabeza sin atreverse a mirarla.

- No van a matarte, necesitas ayuda y la necesitas ahora.

Celebrinnir continuó murmurando para sí, exaltada. Hablaba de fallar en la palabra, de Belore y su rostro y de un yugo que debía llevar sola, que podía llevar sola.

- Ella vino a vernos fingiendo ser tú.- dijo entonces Bheril- Ha robado tu rostro y casi nos engaña.

- Y ahora os envía a mí, como la otra vez.- añadió la sacerdotisa asintiendo para sí.- Solo sois un truco, nada más.

Ante aquellas palabras, Iranion negó con la cabeza. Las runas se definieron con claridad en el rostro y les miró con los dientes apretados.

- No nos envía.- se obligó a decir, y Celebrinnir suspiró con una tristeza infinita y toda la tensión se liberó de su cuerpo dejándolo peligrosamente ductil. Como si se hubiera rendido y ya no pudiera perder nada más. Aquello le alarmó y enfureció a partes iguales.- Bheril... Necesita ayuda, ahora.

Bheril se puso en pie en el acto.

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