El camino al infierno XVI

lunes, 11 de abril de 2011

Llegó corriendo a la zona de entrenamiento espantando a las gallinas por el camino. Había un grupo de soldados disciplinados, dirigidos por un par de tipos vestidos de rojo con un halcón dorado y un curioso sombrero sobre sus testas. Sabía aproximadamente quienes dirigían el destacamento por lo que había ido viendo en el Bajo Arrabal antes de la sesión de hipnosis y la desaparición de Celebrinnir. Al verle llegar, un elfo mayor y de aspecto severo que sabía que respondía al nombre de Jhul, y su compañero más joven, Lonard, se pusieron en guardia e inclinaron sus picas para impedirle el paso a la zona de entrenamiento.

Iranion se detuvo ante ellos casi sin aliento.

- He de hablar con Leriel Larmarth´dan.- dijo, imprimiendo a su requerimiento toda la dignidad que pudo reunir dadas las circustancias.- Es un asunto de vida o muerte.

Jhul, el mayor, arqueó una ceja.

- ¿Quién pregunta?

- Decidle que Tyrel el Negro la necesita, su hermana está enferma.

Esta vez fue Lonard quien habló, con su voz apacible y sus más apacibles modos.

- La Dama no vendrá hasta la tarde. Te transmitiremos el mensaje.

Iranion iba a marcharse, pero Jhul entrecerró los ojos y le miró con suspicacia.

- Tyrel el Negro es un pirata de unos libros.- señaló con un rastro nada sutil de desconfianza.

Lonard miró un instante a su compañero de reojo y luego dirigió a Iranion una mirada no menos inquisitiva.

- Ella sabrá entenderlo.- apremió Iranion, recomponiendo su máscara de frialdad-. Es urgente. Decidle que la esperaré en Fin del Mundo. No le gustará si el hecho de que os retraséis resulta vital, así que daos prisa, por las dudas.

Las cejas de Lonard se fruncieron lentamente.

- Claro, pero nosotros no podemos hacer más que esperar que ella llegue y darle el mensaje, señor Tyrell.

Recordando la etiqueta marcial de su tiempo de soldado en Quel´danas, Iranion Larmarth´dan les devolvió el saludo y reemprendió el camino hacia la zona de los refugiados.
El sol brillaba en lo alto del cielo cuando volvió a entrar en la tienda. Celebrinnir seguía dormida, pero Bheril estaba sentado junto a ella garabateando algo en un trozo de papel con un carboncillo. Al verle llegar lo subrayó varias veces.

- Vendrá esta tarde.- dijo Iranion apoyándose en el mástil de la tienda- Necesito salir.

Bheril asintió.

- No te preocupes, estaré atento. Pero antes de irte, primero, deja esas espadas aquí y luego dime en qué me equivoqué.- hablaba en voz baja, muy lentamente. A su lado había una taza.- Dijiste que esas armas tenían un propósito concreto, así pues, consérvalo. Y yo, como todo el mundo, me equivocoo a veces y acierto otras, pero me gustan las frases completas.

Mientras hablaba había ido plegando el pedazo de papel y lo había deslizado entre los dedos dormidos de Celebrinnir. Iranion tragó saliva dolorosamente, desenfundó las espadas que temblaban por lo que temblaban sus manos y se arrodilló para dejarlas en el suelo, casi dejándose caer.

- Es mi culpa.. en esto te equivocabas.- sentenció sin volver a levantarse.

- Eso es mentira.

Iranion negó con la cabeza, haciendo que su cabello de oro blanco se le deslizara por los hombros y le velara el rostro y se inclinó apoyando con fuerza las manos en el suelo.

- Tú no has ensuciado a Niré.- continuó Bheril- Tu no la has herido ni la has empujado a nada. Tu enemigo la ha dañado exactamente para que tu te sientas como te estás sintiendo ahora.

- La he traído a vosotros - respondió con un murmullo Iranion- Fue mi falta.

- La culpa de esto es del demonio, no tuya Ni de nadie más.-puntualizó Bheril, y añadió por lo bajo. - ¡Belore! Es que siempre es igual, aunque pasen los años...

Suspiró, si tuviera sesenta años menos se levantaría y le zarandearía hasta que reaccionara o se enfadara, pero había envejecido demasiado para determinadas cosas.

- Debería estar muerto.- las palabras brotaron como un quedo murmullo de los labios de Iranion.

Bheril sirvió lentamente una segunda taza de té para Iranion y se puso en pie. Cogió a Iranion por el codo para incoprporarle y le dejó la taza en la mano.

- Eso sería muy cobarde por tu parte. Bébebte esto. Hoy una especie de gnomo con costras me ha despreciado una croqueta. No me desprecies tú el té de las islas.

Iranion se incorporó dejando las espadas en el suelo. Intentó sostener la taza, pero su pulso dejaba mucho que desear.

Con una soltura que provenía de los muchos años juntos, Bheril le puso las manos en los hombros y le miró a los ojos.

- Niré estará bien. Vamos a salir a la puerta. Vampos a respirar profundamente. Vamos a contar el oleaje y a dejar de llenarnos la mente con mentiras.- su voz era tranquila y firme- Dejaremos la lona abierta para poder verla por si despierta o necesita algo ¿De acuerdo?

Tuvo que sujetar la taza con ambas manos, pero finalmente Iranion asintió. Bheril sostuvo la lona abierta permitiendo que saliera. Tenía la mirada apagada y triste, pero parecía tranquilo de nuevo. Una vez estuvieron fuera, Bheril se dejó caer sobre una caja de mercanías abandonada allí de cualquier manera.

- No sé como ha podido encontrarla.- murmuró Iranion dando un sorbo a la taza, de la que entre temblores había derramado gran parte del contenido.

Bheril asintió.

- Lo peor es que ha encontrado terreno que abonar.- confirmó- Niré va a sentirse muy mal en lo sucesivo, creo que hay cosas que no se le van a curar nunca. También se siente responsable.

- Estaba destrozada- susurró Iranion como si hablando bajo pudiera paliar la devastación que arrasaba su munddo- Ella no es responsable de nada.

- No va a ser fácil convencerla- se encogió de hombros Bheril- Pero siempre fue muy fuerte o eso me pareció. Mucho más que Nevena.

Iranion dejó escapar un suspiro ahogado y se sentó en la caja junto a Bheril.

- Si Belore, o la Luz, o los dioses, o a alguien de ese panteón de vagos contemplativos le importa lo más mínimo alguien que les sirve- continuó Bheril- Niré encontrará respuestas a sus plegarias, pero no creo que eso pase. Así que solo tendrá su fuerza y la que puedas darle tú. Que tú te sientas culpable, asu vez mermará esa energía con doble ración. O al menos que ellta note que te sientes culpable.

- Mira lo que le he dado a acercarme a ella.

Bheril descargó una suave colleja en la nuca de Iranion, que le miró con un gesto total de incomprensión en el rostro.

- Cada vez que digas una tontería, lo voy a hacer. Con todos mis respetos..

- ¿Y cómo he de sentirme, Bheril?

- Enfadado. Vengativo, Compasivo. Preocupado.- Bheril suspiró- Mira, no es que tú vayas llevando la desgracia a aquellos a quienes te acercas. Es que hay una criatura infame que quiere detrozar tu vida y les busca para herirles con ese propósito.

Esta vez fue Iranion quien suspiró, agotado.

- Si jamás hubiera prestado oídos a esa criatura, no estaría ahora en esta situación.- Bheril asintió a sus palabras.- Todo esto es fruto de mi error.

Bheril dejó de asentir.

- No, eso no es correcto del todo. -corrigió.- Te equivocaste y luego la matásteis ¿No? No salió bien. Hubo otros erroes ahí. Y si nos remontamos más atrás, habrá otros responsables. No puedes erigirte como el único pilar responsable de todo esto.

- No puedo olvidar mis responsabilidades, Bheril.

- Tampoco tienes derecho a quedártelas todas para tí.

Iranion maldijo por lo bajo.

- Lo único que te digo es que...- continuó Bheril- tú y Niré no habéis sido los únicos que habéis estado enfrente de ese demonio. Y no todo el mundo ha salido tan mal parado. Cada suceso tiene muchas ramas y muchos factores. Todavía no sabes lo que ha pasado, de hecho. Al menos espera a que ella pueda explicar algo antes de ponerte en la guillotina. No te das cuenta del daño que te haces con eso y la fuerza que pierdes. Eso es lo que te hace débil, no la fragilidad. Y lo sé porque yo también lo he hecho y casi me mato por esa actitud.

Un grupo de refugiados pasó ruidosamente por delante de la tienda camino del mercado. Esperaron a que se marcharan antes de seguir hablando.

- No puedo borrar mis faltas- murmuró Iranion mirando al suelo- y me pesan.

Bheril, que estaba mirando las llamas danzarinas de la hoguera y dando tragos de té amargo, alzó los brazos para señalar los altos muros del Bancal de la Luz.

- Vete delante de A´dal y pide perdón por ellas.

Iranion levantó la vista para mirarle con el ceño fruncido.

- ¿Y de que servirá que pida perdón ante él?

Bheril se encogió de hombros.

- ¿Te sirve de algo llevarlas a cuestas?

- Penitencia. - sentenció Iranion asintiendo juiciosamente.

- La penitencia es un acto de honestidad, Iranion. Se lleva a cabo enfrentándose con sinceridad ante las faltas que uno ha hecho. Medidas en su exacto peso, o lo más aproximado posible, desde la serenidad. Observadas así, si se ha faltado ante alguien, nosotros nos hacemos los siete cortes de la vergüenza.

Bheril apartó el cabello para mostrar una cicatriz. Iranion le escuchaba en silencio, serenándose poco a poco.

- El fin último de la penitencia es alcanzar de nuevo la paz espiritual... liberarse mediante la realización de actos compensatorios de la carga y la humillación que hemos inflingido a nuestro propio corazón al actuar mal, al no haber estado a la altura o habernos deshonrado a nosotros mismos. El penitente carga con su propia falta, no hace alarde de ella ni la lleva marcada en el corazón como un estimulo, un motor para avanzar, un objetivo. Si haces penitencia, Iranion, asegúrate, como con todo en esta vida, de que la haces bien, como debe hacerse.

Iranion bajó la mirada y dejó la taza sobre el tonel. Bheril le puso la mano en el hombro, reconfortante, y se estremeció al notar su peso. Guardaron silencio unos instantes mientras la ciudad continuaba con su rutina perezosamente.

- ¿Aquí había un templo consagrado a Belore?- preguntó al fin?

- Hay un Templo del Amanecer en la Grada del Arúspice.

Iranion negó con la cabeza.

- ¿Crees que... que Él escucha a través de esos naaru?

Bheril abrió la boca para responder pero dudo un momento.

- Yo... creo que él no escucha a nadie, a través de nada.- respondió en un susurro- Y si lo hace es un auténtico sádico.

- No blasfemes.

- Lo siento, tú has preguntado.- se disculpó Bheril.

Dejaron pasar los minutos en silencio, el sol avanzó un poco más en el cielo y las sombras en el Bajo Arrabal se alargaron tres pasos.

- Estoy cansado...- murmuró Iranion al cabo. He pensado por un momento que no me quedaban más fuerzas. Había tenido en cuenta esto, sabía que jugaría a este juego, que metería los dedos en cualquier grieta para desgarrarme... No es estoy dispuesto a... a fallar a Niré.. ni volver a fallarte a tí.

- Solo los muertos se rinden- respondió Bheril en un murmullo.

- Yo no estoy muerto.- las palabras de Iranion le recordaron a la afirmación de Celebrinnir allá arriba, en el peñasco.- Ya no.

- No, no lo estás.- suspiró- Respira, descansa, deja que el aire te limpie.

Iranion le miró y asintió. Sabía que Bheril le había mandado descansar y refrescarse, pero para él el aire fresco en los pulmones no significaba nada, pero la mano de Bheril en su hombro, ese nimio gesto, era como recibir oxígeno cuando te ahogas.

Otro día sin dormir.

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