El camino al infierno XIX

martes, 12 de abril de 2011

Pudieron convencerla al cabo para que comiera algo, pues confirmaron sus sospechas de que su debilidad había llegado a un punto temprano en el que no pudo encaramarse a las ramas de las olembas para descolgar los frutos. Sirvieron zumo de bayas, pan de centeno y frutas, bollería fresca y cualquier otra cosa que pudieron encontrar en el mercado y que fuera susceptible de apetecer a su convaleciente amiga. No se equivocaron: la comedida sacerdotisa se avalanzó sobre la comida con la finura de una piara de gorrinos.

- Despacio chica- dijo Bheril al ver que vaciaba de un trago el vaso de zumo, se atragantaba, tosía y a continuación cogía una manzana para llevársela a la boca.

Se levantó para buscar un cubo o una vejiga por si el cuerpo de la sacerdotisa se revelaba ante aquella ingesta y lo devolvía todo.
Celebrinnir no le escuchaba: la fruta era ambrosía en su boca y tenía la impresión de no haber comido en siglos. A cada bocado que daba, se sentía más fuerte. Devoró hasta el corazón de la manzana y cuando terminó de masticar se detuvo y respiró hondo como si tomara aliento para reemprender la carrera. Bheril regresó con un cubo y unos trapos. Iranion alzó las cejas.

- Te va a sentar mal...- reprendió.

Celebrinnir sintió una punzada de culpabilidad y les miró con la disculpa dibujada en los ojos.

- Tengo tanta hambre...- se disculpó.

Bheril se encogió de hombros. Al fin y al cabo él no era nadie para reprochar a ninguna otra persona el hecho de comer como una lima. Cogió con aire furtivo un bollo de la cesta y sonrió, sentándose un poco más cerca, medio escondido detrás de los mástiles, y se asomó como si fuera un balcón. Celebrinnir, que ponía todo su autocontrol en comer despacio y masticar una codorniz que sujetaba con los dedos, no pudo evitar devolverle la sonrisa. Terminó al fin con la codorniz, se limpió los dedos pulcramente en un trapo y apartó la bandeja suspirando y recostándose contra los cojines. Iranion miró de reojo a Bheril sin cambiar un ápice su expresión pero buscando algo en aquella mirada. Bheril, tranquilo y menos preocupado que antes, le guió un ojo con disimulo, orgulloso de su autocontrol. Iranion suspiró y volvió a mirar a Celebrinnir, perdiendo algo de la tensión de su postura.

- ¿Quieres té de las islas, Niré?- inquirió Bheril. La sacerdotisa sonrió y asintió- Te buscaré una taza chula, creo que hay una que no se me ha desportillado.

Las rojas cejas de Celebrinnir trazaron un hermoso arco.

- ¿Llevas tazas en la mochila?- inquirió con un brillo de diversión en aquellas pupilas inquietas que aún conservaban el temblor.

Bheril asintió, rebuscando en su petate. Se tenía a sí mismo por un elfo apañado y las llevaba envueltas en papel de estraza porque de este modo aguantaban más. Sacó una y la limpió con cuidado con un pañuelo azul.

- Y una colección de figuritas de cristal de Theramore- añadió a la lista de Celebrinnir, y recibió en recompensa la primera risilla, aunque débil y furtiva, de la sacerdotisa desde que la encontraran- Esas las llevo en las alforjas.

- ¿Y el mantel de encaje?- intervino Iranion, uniéndose al humor general.

- Me lo confiscaron al cruzar el Portal Oscuro- informó Bheril con total seriedad- Creían que podía romperse y causar daños.

Sirvió té en las tazas que había sacado para todos. Iranion inclinó la cabeza en un gesto de agradecimiento, cogiendo la taza en un intento fallido por disimular el temblor de sus manos. Tuvo que cogerla con ambas, aunque aquello fuera una falta de etiqueta flagrante. Celebrinnir por su parte miró un instante la taza que sostenía y al cabo de un instante respiró hondo y tomó un sorbo.

- ¿Te gusta nuestra tienda, Niré?- preguntó Bheril retomando la conversación.

Celebrinnir miró a su alrededor, parpadeando repetidas veces como si le costara enfocar. En su convalecencia no había prestado demasiada atención a su entorno, pero ahora lo estudiaba con cuidado. Era una tienda más propia de una comandancia militar, adornada con cojines y alfombras que le daban un toque elegante, y algunos libros e incluso una pipa de mána que la hacían más acogedora.

- Vaya, es... grande.- dijo asintiendo con la cabeza- ¿Dónde estamos?

- Estamos en el Bajo Arrabal.- Bheril pronunció aquellas palabras sin perder un instante de vista la expresión de Celebrinnir.

Ante aquellas palabras, la sacerdotisa se exaltó visiblemente. Abrió mucho sus ojos inquietos y la taza en su mano se zarandeó peligrosamente. Comenzó a mirar a su alrededor como una bestia encerrada.

- Yo...- jadeó angustiada.-- Me desterraron- e imprimió fuerza a aquella palabra- No puedo...

Bheril le posó una mano tranquilizadora en el brazo.

- Niré, tranquila. Tienes derecho a estar aquí. Los Sha´tar están de acuerdo.

Ella negó con la cabeza vehementemente, como si no estuvieran entendiendo algo muy básico.

- Pero Kuu...

Iranion cruzó los brazos sobre el pecho.

- No tiene nada que opinar.-sentenció con gravedad. Celebrinnir clavó en él sus ojos- Ya no eres Aldor.

- Hemos hablado con ella- explicó Bheril- también con los Sha´tar. Y tienes derecho a estar aquí.

Enmudecieron al ver el gesto que se dibujaba lentamente en el rostro de Celebrinnir. El suyo era un gesto del asombro más absoluto, del que acaba de descubrir un abismo insalvable en su interior. Con gesto ausente dejó la taza en el suelo y se miró las manos desnudas. La oyeron murmurar para sí.

- ¿Qué va a ser de mí?

Iranion cortó aquella línea de pensamiento.

- Ya no les necesitas.

Celebrinnir alzó la mirada lentamente hacia él, como si hubiera olvidado que se encontraba allí y lo acabara de recordar de nuevo.

- No... no lo entiendes, ellos...

- Ellos te han expulsado cuando necesitabas verdaderamente su apoyo- insistió, hablaba con contundencia o al menos Celebrinnir acusaba sus palabras como golpes de mazo- Hablan sobre compasión y la ayuda al prójimo, pero no han dudado en juzgarte con rapidez y desterrarte.

Celebrinnir respiró profundamente, tratando de tranquilizarse para hablar.

- Servir a lso Aldor me ayudaba- explicó con toda la serenidad que pudo reunir- Yo...

Iranion volvió a atajarla con brusquedad.

- No merecen que les sirvas y lo han demostrado.

Esta vez Celebrinnir no pudo contenerse.

- ¡No lo entiendes!-estalló- Ellos me ayudaban a contener.. me...

-Puedes hacerlo, Niré- susurró Bheril, animándola.

Pero Iranion no parecía dispuesto a darle tregua.

- No les necesitas para contenerte.- sentenció con dureza.

Celebrinnir sintió que aquello escapaba a su control. Se obligó a respirar pausadamente, como les había explicado en las sesiones. Cerró los ojos e inspiró. Ellos no lo entendían, no entendían nada...

- No es para tanto- dijo al cabo de un momento Bheril, con voz pausada, todavía asomado entre los mastiles- Tranquila. Sea lo que sea que hacías allí, puedes hacerlo en cualquier parte. Realmente solo te rodeaste de un entorno que te ayudaba a reprimir un deseo que te avergüenza. Ahora que no tienes ese entorno, tendrás que combatirlo. Ese es un buen camino hacia la perfección. El único verdadero en realidad.

Celebrinnir pareció avergonzarse ante aquellas palabras, se encogió levemente, apartó la mirada y entrelazó los dedos para contener el temblor de sus manos.

- ¿Cómo?- inquirió con un hilo de voz.

Bheril suspiró.

- Puede que sea una oportunidad que Belore te brinda- sugirió- o una prueba. Ese planteamiento te ayudaría mucho, en mi humilde opinión.

Ella frunció el ceño ante aquellas palabras.

- Belore toleró esto...

Iranion se acuclilló a su lado.

- Belore nos pone a prueba, cuesta entenderlo, Niré- dijo- pero se muestra en caminos en los que no es fácil reconocerle. Y su bendición no es solo la Luz que otorga a los elegidos.

En la mirada de Celebrinnir se concentró toda la dignidad y severidad de los consagrados en Quel´danas y cuando le habló, su voz iba cargada de un desprecio y un orgullo insospechados.

- He pasado toda mi vida consagrada a Belore y a su voluntad, a entender sus designios y a cumplirlos con devoción.-espetó con dureza - No me hables de pruebas y bendiciones.

Iranion acusó el golpe. La miró en silencio, guardándose las réplicas como si hubiera entendido de pronto lo que estaba sucediendo. Se puso en pie y se sacudió la pechera. Luego pasó por detrás de Bheril y salió de la tienda.

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