El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones

viernes, 1 de abril de 2011

Sentía las rodillas temblorosas y ganas de llorar. El efecto de la droga todavía era muy fuerte, podía sentir su corazón martilleando en el pecho a una velocidad frenética. Tenía que salir de allí antes de que él se diera cuenta y empezara a atar cabos.

- No.. no tengas prisa por marcharte - dijo sin mirarle, rogando para que el temblor de su voz no la delatara- Tómate el tiempo que necesites, yo necesito descansar.

Iranion permanecía sentado en la cama dándole la espalda, con los pies descalzos ya en la cálida alfombra e inmóvil. No hizo gesto alguno de haberla escuchado, sumido como estaba en las angustiosas revelaciones de la sesión. Celebrinnir aprovechó aquello para ayudarse de la mesa y tomar el impulso que necesitaba para cruzar la habitación hasta la puerta.

- Buenas noches.

Las rodillas le flaquearon en cuanto dio los primeros pasos.

"Ahora no, ahora no, ahora no" rogó para sí mientras alcanzaba las cortinas que separaban el dormitorio del resto de la vivienda.

Pasó entre ellas como una exhalación levantando el ligero tejido en el aire y subió, casi a trompicones, los pocos escalones que la separaban de la biblioteca. Con cuatro pasos largos e inestables cruzó la pequeña estancia y casi se arrojó contra la mesa de estudio cuando sintió que las piernas ya no la sostenían más. Respiró hondo, se obligó a calmarse. La mesa le estaba prestando la firmeza que a ella le faltaba en aquel momento, pero el corazón todavía tardó un instante en ralentizarse. La cabeza le palpitaba poderosamente.

Había sido demasiado arriesgado, no había contado con quela magia de Eldara fuera tan poderosa cuando llevaba tantos años muerta. Tal vez si no hubiera recurrido a la droga le hubiera sido más sencillo desprenderse de la angustia a tiempo, pero de no haber bajado las barreras de su propia mente la fusión hubiera sido imposible e Iranion hubiera percibido que había alguien más con él en la regresión. Pero con las barreras, había tirado por tierra cualquier otro medio de defensa que tuviera y ahora sentía sus propias emociones, aquellas que había mantenido subyugadas por la fuerza de voluntad, desbordarse peligrosamente.

"Relájate, por Belore, aguanta" se exigió, al tiempo que inspiraba tan profundamente como había enseñado a Iranion y a Bheril para las sesiones. "Despacio, despacio"
Poco a poco el temblor de sus piernas remitió, apoyada como estaba con ambos brazos sobre la mesa. Cerró los ojos y respiró profundamente de nuevo. La debilidad comenzó a remitir levemente y el corazón a recuperar un ritmo menos peligroso. Su respiración se acompasó y sintió que los brazos que la sostenían contra la mesa eran más firmes ahora. Permaneció con los ojos cerrados, asimilando aquella paz y solazándose en ella. Le dolía la cabeza, pero contra aquello no podía hacer nada. Las hierbas que necesitaba estaban en el dormitorio y no podía volver si Iranion seguía allí. No podía arriesgarse a que la descubriera, a perder la exigua confianza que había conseguido desde que regresara a su vida, por la que tanto había luchado. Un ligero malestar persistía, debería hacer algo al respecto. Abrió los ojos y sus ojos toparon con una gota roja en la madera de la mesa. La miró extrañada, todavía algo desorientada. Ante su mirada, una segunda gota fue a caer sobre la primera, pero tardó un instante aún en comprender que venía de ella. Se incorporó bruscamente y sintió un sabor metálico en los labios. Al tocarselos con mano temblorosa, sintió la calidez resbaladiza del pequeño reguero de sangre, delgado como un hilo, que brotaba de su nariz.

El esfuerzo había sido demasiado intenso, trató de no alarmarse. Procurando no mancharse la toga blanca se alejó de la mesa en busca de algo para limpiarse la sangre del rostro, pero al avanzar apenas un par de pasos el mundo a su alrededor comenzó a girar y el suelo acudió rápidamente a su encuentro. Sintió el golpe que le arrebató el aire de los pulmones y luego todo se volvió negro.

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